Como probablemente lo hayas leído en mi artículo, “10 aprendizajes antes de reinventarme” , uno de mis mayores aprendizajes fue: «Deja de sufrir por compararte con el resto del mundo».
Yo vivía una vida sumida en el eterno sufrimiento que produce la ENVIDIA. Si, si, ya vale de llamarlo de otra manera más bonita. El compararse con el resto del mundo y sufrir, señores, se llama ENVIDIA.
Asúmelo… se llama envidia
Estuve con un excompañero hace poco y recordábamos nuestras antiguas conversaciones, que si fulanito era socio y que sutanito, que no lo bajábamos de ñu con suerte… tenía no sé qué puestazo. Y con mi nueva mente entrenada le dije que a estas alturas, de qué nos servía compararnos: “esto llámalo como quieras, pero es envidia y punto”. La respuesta fue: “nooo claro que no. Es simplemente cuestionar por qué a esos que valen menos que yo les ha ido mejor. No les deseo ningún mal”
Yo opino que aunque les desees solo parabienes pero te vas comparando con ellos… es envidia ¿no?. Decir que quieres que los arrolle un tren, pues… eso es ya es otra cosa. Y bueno, la envidia se asocia con las malas personas, yo no creo que esto sea así. La envidia es una emoción neutra, comúnmente asociada a las emociones negativas, pero yo creo que el signo positivo o negativo se lo da cada persona. ¿Tú qué opinas?
Bueno, yo le tenía envidia a mucha gente. Vivía enojada pensando que daban promociones gratuitamente a gente que igual no se lo merecía tanto y me daba explicaciones del tipo: “a mi me han hecho la foto de mami”, pues “es culpa de eso”. O él clásico, “ese, eseeee es un pelota”.
LinkedIn, era un arma de frustración absoluta. ¿Qué le voy a hacer? Si de mi Universidad ha salido gente muy válida y muy potente. Oye, qué bien y qué orgullo. Pero claro, veía a mis amigos y excompañeros que son embajadores, presidentes de bancos, directivos de éxito, reguladores bancarios, socios. Yo iba a mi perfil y… echaba una lagrimita pensando: jamás voy a ser igual de buena que ellos. Con otros, envidiosamente pensaba: “Esta que ni era tan lista, ahora resulta que es la directiva #1 de la super empresa y es de las 100 mujeres más poderosas de la lista Forbes” (léase con tonito envidioso).
La verdad es que sufría un montón al respecto. La envidia es una emoción dentro de la galaxia de la ira (recomendación, libro Universo de las emociones). Una de las causas de la ira es no ser tratados como creemos merecerlo. Y aquí, es donde asumimos el papelón de víctimas, de que la vida no nos ha dado lo que nos merecemos. La verdad es que no se me ocurre un papelón más desempoderante que este.
Asumiendo la actitud de víctimas lo único que hacemos es derrotarnos anticipadamente. ¿Por qué? porque una víctima no asume su responsabilidad y por tanto no cree que la solución esté en sus manos. Es un trapillo al que las olas arrastran sin piedad y sin que tenga el mínimo control sobre su vida.
GET OVER IT!
Si… su-pé-ra-lo. Espero que te sirva saber cómo entreno a mi cabecita envidiosa a dejar de compararme.
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Date cuenta de que tú llevas tu propio ritmo
Nadie sigue el mismo ritmo en la vida. Igual esa gente a la que tú estás envidiando, te envidia también porque tal vez tú tienes una familia que ellos no. O porque tú tienes una vida más armónica. Seguro que has elegido un montón de cosas distintas, cosas que ellos decidieron sacrificar y tú no y viceversa.
Si te quieres centrar en el ámbito profesional, piensa en otras historias de éxito. No todos somos Mark Zuckerberg para tener una idea como Facebook y petarlo con 19 años. Hay gente que se reinventa y triunfa más allá de los 20 años, así a bote pronto se me ocurre Harrison Ford, que fue Han Solo con 35 años, JK Rowling tenía 32 cuando publicó Harry Potter, Ariana Huffington creó el Huffington Post con 55, Carolina Herrera la diseñadora, empezó con 42 años. ¿Ves? nunca es tarde para triunfar.
Y por favor, date cuenta de que cada uno determina qué es éxito. Tal vez bajo tu propio ritmo tú ya eres una triunfadora, y ni siquiera te has dado cuenta.
Entrenamiento 1. Apunta en un cuaderno TUS propios logros. Qué cosas has conseguido en tu vida. Dales el justo valor a tus triunfos. Estoy segura de que hay mucho más de lo que quieres creer.
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Se responsable, no culpable
Has tomado tus propias decisiones sobre tu vida, algunas más acertadas que otras tal vez. Y eso, habría que ver según qué criterios. Pero son elecciones que has hecho tú con lo que te venía en la vida. Podrías haber elegido no casarte y dedicarte a tu carrera full-time o podrías haberte ido a hacer voluntariado. Pudiste haber hecho mil cosas distintas, si. Pero pregúntate, ¿serías más feliz? Acepta las decisiones que has tomado, ya están hechas y no puedes cambiarlas. Mira hacia adelante, que sobre el futuro si tienes poder. Se responsable y olvídate de las culpas.
Es más cómodo sentarse en un sofá y señalar a los culpables de las desgracias de tu vida que hacer verdaderamente algo productivo pero también doloroso: Reconocer la responsabilidad que tienes sobre tus propias acciones
Entrenamiento 2. Reflexiona sobre qué acciones pudiste emprender y que te habrían llevado a un éxito profesional de una manera más rápida. Pero igual reflexiona que cosas buenas de tu vida te hubieras perdido.
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No conoces realmente la historia de cada uno
Si, incluso de gente muy cercana no conocemos sus pensamientos más íntimos ni lo que verdaderamente le pasa. Es posible que no sepas los sacrificios que la persona en cuestión ha tenido que hacer, el sufrimiento que ha afrontado. El éxito es solo la puntita del iceberg, lo demás ha sido su historia.
Recordando a “sutanito” ese que calificábamos como “un ñú con suerte”. Pues, igual ni es tan ñú y no solo tiene suerte. Él tiene unas cualidades que lo han llevado a estar ahí sin tener ese background técnico que yo le presuponía a alguien que ha alcanzado un nivel de socio. Es una persona astuta, cuyos conocimientos técnicos los suple con habilidades comerciales y de rodearse con técnicos realmente buenos. A eso súmale las horas que ha echado, los esfuerzos por aprenderse regulaciones infumables (para mi claro)… y su constancia.
Esa persona me podría decir y con razón: “el que juzgue mi camino, le presto mis zapatos”
Entrenamiento 3: Piensa en esa persona que tanto tanto te hace sentir congoja. Piensa en aquellas cosas que tal vez ha tenido que sacrificar, piensa en si tiene familia, vive lejos de casa. Y ahora piensa aquellas capacidades que tiene sobre el resto de la gente.
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Aprende del sujeto de tu envidia
Esta me la sigo aplicando mucho hoy en día. Estoy empezando a emprender y claro, si empiezo a mirar a un lado y a otro cómo funcionan otros coaches e influencers en redes, sus seguidores, eventos, bueno, sin entrenamiento mental podría tirarme por la ventana.
Es muy fácil desanimarse, angustiarse y enfadarse. Así que mi actitud al respeto es observar desde a distancia. Yo voy paso a paso mirando mi camino, y de repente, miro a ver cómo lo hacen. Pero solo lo miro y trato de aprender. Si es tan bueno, algo sabrá más que yo.
Igual tú no estás en el mundo digital, pero de verdad, observa qué aprendizajes puedes obtener. No se, se me ocurre su disciplina, constancia, resiliencia, habilidades comerciales, capacidades de trabajo en equipo. Seguro que hay algo más que no has querido reconocerle.
Entrenamiento 4. Qué tiene el sujeto de tu envidia que te falte a ti, y qué puedes aprender de él.
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Utiliza la envidia como motor a mejorar
De hecho, este es el lado positivo de la envidia. Siii, lo tiene desde luego. ¿Qué sería de nosotros sin ver que alguien tiene éxito y añorar ese éxito también?
Estuve recientemente con una amiga muy exitosa profesionalmente y me contaba sus orígenes humildes. Ella era la nieta de la cocinera de una casa de gente muy rica y vivió con su abuelita un tiempo de muy pequeñita, creció en sus jardines y jugando con los niños de la casa. Alguien le dijo que si ella quería tener un casa así, tenía que estudiar mucho.
Pues, además de ser muy lista se puso las pilas, estudió muchísimo, examen a examen, año a año. Hizo la Universidad, un master en Suiza y ha vivido en más de 5 países; habla 5 idiomas y hoy es una directiva de éxito. Ella miró con envidia a sus amiguitos y luchó por una vida mejor cuando supo que existía esa vida. La envidia no es mala, ni de malas personas. La envidia es una emoción neutra que nosotros la usamos para bien o para mal. Transforma tu envidia, de lastre a motor.
Por cierto, amiga mía si me lees… me siento orgullosa de ser amiga tuya, de una chica tan valiente que se ha puesto el mundo por montera y sé que vas a llegar todavía más lejos.
¿Te pasa a ti también? Igual no lo llamas envidia, pero… tal vez sientas esos nudos en el estómago al ver como a los compañeros les va mejor que a ti y crees que no lo merecen… o que tú también lo mereces.
Entrenamiento 5. Reflexiona, no dejes que te quite paz, ni sueño. Usa la envidia para crecer, para luchar. No veas externamente lo que pasa, analiza internamente qué puedes hacer tú para cambiar el rumbo de tu vida profesional.
Piensa también, igual no estás en el sitio adecuado. Para crecer como las plantitas, necesitamos el entorno correcto.
Todos en algún momento sentimos envidia, tú eliges qué quieres hacer con ella, la usas para crecer o para sufrir.
Coge el timón de tu vida, fluye con dirección. Aprende a ser responsable de lo que te pasa, es tu vida, de nadie más. Si no lo haces tú, las circunstancias o alguien más lo hará por ti.
La semana que viene nos estaremos leyendo de nuevo. Mil gracias por estar aquí, ¡un abrazote!
Roxana